El conflicto actual trasciende los nombres propios y refleja una tensión entre dos modelos de construcción política. Por un lado, el PRO, un partido con una estructura consolidada que busca influir en el gobierno a través de la negociación de cargos y políticas. Por otro, el estilo de liderazgo personalista de Milei, que prioriza la lealtad y una línea ideológica definida. La disputa no es meramente administrativa, sino que se trata de una lucha por la hegemonía dentro del espectro de la centro-derecha y por la definición de la estrategia de gobierno de cara a los próximos años. El interrogante es si esta fractura es un reacomodamiento de fuerzas o el fin de la coalición que llegó al poder.