La estrategia del gobierno de mantener un ritmo de devaluación muy por debajo de la inflación genera un debate técnico. Por un lado, funciona como una herramienta de corto plazo para desacelerar la inercia inflacionaria. Por otro lado, esta política crea una apreciación real del peso, lo que comúnmente se conoce como 'atraso cambiario'. Es crucial observar cómo se resuelve esta tensión: si la inflación converge rápidamente hacia el ritmo de devaluación, la estrategia será exitosa. Si no, la presión sobre el tipo de cambio podría acumularse, haciendo insostenible la política a mediano plazo y pudiendo requerir un ajuste más brusco en el futuro.