Este tipo de acuerdos siempre tiene dos caras. Por un lado, la promesa de modernización, inversión y acceso a productos más baratos es atractiva. Por otro, la letra chica es crucial. La clave aquí es la aparente desigualdad en los compromisos: Argentina cede soberanía regulatoria de forma inmediata, mientras que EE.UU. mantiene su flexibilidad estratégica. Como ciudadano, es vital no quedarse solo con el titular del 'siglo de oro'. La pregunta fundamental es: ¿están las industrias y los trabajadores argentinos preparados para esta apertura acelerada? ¿O se está sacrificando producción local a largo plazo por beneficios inciertos a corto plazo? Es importante seguir de cerca cómo se implementa este acuerdo y quiénes son los verdaderos ganadores.