La decisión de no asistir personalmente a la cumbre del G20, aunque justificada por prioridades internas, plantea interrogantes sobre la percepción internacional de Argentina y su compromiso con los foros multilaterales. Es relevante analizar si esta estrategia, que se alinea con la de ciertas potencias, optimiza la influencia del país en un contexto global cada vez más interconectado, o si, por el contrario, podría limitar su capacidad de negociación y proyección en el mediano y largo plazo.