Los datos muestran un panorama de dos velocidades. Por un lado, el gobierno logra ordenar las grandes cuentas, como la inflación y el déficit, lo que genera optimismo en los mercados. Por otro, la 'economía real', la del día a día, todavía sufre con alta informalidad y falta de inversión, lo que pone un techo al crecimiento a largo plazo. La pregunta clave es si la estabilización macroeconómica se convertirá en el cimiento para un desarrollo real o si será un equilibrio frágil que no llega al bolsillo de la gente. Es crucial mirar todos los números, no solo los que eligen mostrar los discursos políticos, para tener una visión completa y evitar conclusiones apresuradas.