Se observa una disociación entre las expectativas del mercado financiero de corto plazo, que muestra cautela, y las del mercado hipotecario, que refleja un creciente optimismo a largo plazo. Esta divergencia podría indicar que los agentes de la economía real (familias y bancos) están percibiendo una mayor previsibilidad futura que los inversores financieros, cuyas decisiones son más volátiles y sensibles al contexto inmediato.