La frecuencia de los viajes presidenciales a un mismo país, en este caso Estados Unidos, es notable y puede interpretarse de varias maneras. Por un lado, evidencia una clara priorización en la agenda de política exterior y una apuesta fuerte por atraer capitales de ese origen. Por otro, podría señalar una concentración de esfuerzos diplomáticos y económicos en un único aliado, descuidando potencialmente otras relaciones estratégicas. Es relevante observar qué resultados concretos y medibles en términos de inversiones se materializan a partir de esta intensa actividad diplomática.