La discreción en la comunicación sobre la gestión de las finanzas públicas, especialmente en lo que respecta al origen de los fondos para el pago de la deuda externa, puede ser interpretada de dos maneras. Por un lado, como una estrategia para evitar la especulación y mantener la estabilidad del mercado. Por otro, como una falta de transparencia que erosiona la confianza. En un contexto de fragilidad económica, la claridad y previsibilidad en las acciones del gobierno son activos fundamentales para anclar las expectativas de los agentes económicos y de la ciudadanía en general.