Más allá de la legitimidad de cada reclamo, la concentración de protestas de sectores tan diversos (universitarios, salud, trabajadores informales, jubilados) evidencia una fractura social creciente. Es un termómetro que mide el impacto de las políticas económicas más allá de los indicadores macroeconómicos. El desafío para el Gobierno será cómo gestionar este descontento sin recurrir únicamente a la confrontación, mientras que para los manifestantes, el reto es mantener la unidad en sus demandas y evitar la dilución de su mensaje en la multiplicidad de reclamos.