Este tipo de acuerdos comerciales suelen presentar una disyuntiva clásica: la promesa de un crecimiento económico acelerado y acceso a mercados internacionales a cambio de una posible cesión de soberanía regulatoria y una mayor exposición de las industrias locales a la competencia externa. La clave para evaluar su éxito a largo plazo no reside solo en los beneficios macroeconómicos inmediatos, sino en los detalles de las negociaciones futuras y la capacidad del país para proteger sus estándares y sectores estratégicos sin anular las oportunidades que el acuerdo busca generar.