Este nuevo escenario le otorga al gobierno una herramienta fundamental que no tuvo en la primera mitad de su mandato: un bloque legislativo robusto. Esto puede traducirse en mayor gobernabilidad y capacidad para implementar su programa. Sin embargo, es un error interpretar este resultado como un 'cheque en blanco'. La necesidad de negociar con la oposición y, sobre todo, con los gobernadores, actúa como un contrapeso. Para el ciudadano, es clave observar no solo las leyes que se proponen, sino cómo se construyen las mayorías para aprobarlas. ¿Serán acuerdos basados en consensos amplios o en intercambios de favores? La calidad de estos pactos y la transparencia en las negociaciones determinarán si este nuevo poder legislativo se usa para impulsar reformas sostenibles o si se convierte en un campo de batalla que derive en parálisis. La verdadera fortaleza del gobierno no radicará solo en sus números, sino en su habilidad para el diálogo y la construcción de consensos.