Este cambio de estrategia es una apuesta a la confianza externa para ganar tiempo. Por un lado, da un respiro financiero inmediato, evita un ajuste más duro para juntar reservas y podría calmar a los mercados. Por otro, no resuelve el problema de fondo: la necesidad de que Argentina genere crecimiento económico genuino para que su deuda sea sostenible. Se pasa de una estrategia de 'ahorro forzoso' a una de 'conseguir crédito'. La pregunta clave para el ciudadano es si este tiempo ganado se usará para ordenar la economía de verdad o si es solo una forma de posponer decisiones difíciles. El dato de la contracción económica, aunque leve, es una luz amarilla que no se puede ignorar.