El planteo de Chevron expone la tensión clásica entre la necesidad de un país de atraer capital extranjero para desarrollar sus recursos estratégicos y las condiciones que imponen las corporaciones globales. Estas condiciones, presentadas como requisitos técnicos para la competitividad, a menudo implican cambios profundos en la estructura impositiva y laboral de una nación. La decisión final del gobierno será un indicador clave de su política económica: priorizar la llegada rápida de inversiones flexibilizando regulaciones, o mantener un marco regulatorio más estricto que busque un mayor control estatal y una distribución diferente de los beneficios generados por el recurso.