Este acuerdo presenta un escenario de 'vaso medio lleno y medio vacío'. Por un lado, la apertura puede atraer inversiones, modernizar la industria nacional con tecnología más barata y abrir mercados clave como el de la carne o el litio, lo que podría generar crecimiento y empleo. Por otro lado, implica un desafío enorme para las empresas argentinas que producen bienes similares a los que ahora entrarán desde EE.UU. con menos barreras. La industria farmacéutica, textil o de maquinaria local podría sufrir una competencia muy dura. La frase del presidente Milei sobre un 'nuevo siglo de oro' es una declaración de intenciones políticas, pero el éxito real del acuerdo dependerá de la 'letra chica' que aún no se conoce y de la capacidad de la economía argentina para competir. Es crucial observar si las 'adecuaciones regulatorias' benefician de forma equilibrada a ambos o si favorecen desproporcionadamente a los intereses de una de las partes. El ciudadano debe preguntarse: ¿estamos preparados para competir? ¿Quiénes serán los ganadores y perdedores dentro de Argentina?